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viernes, 24 de abril de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

Azar: una historia de tango. Del compañero de mi compañera de piso, de ellos dos y otro, más bien. Se conocieron hace un par de meses en una milonga (claro, dónde más) y me dice ella que desde el principio engancharon, amor a primera vista y esas cosas.
El tipo vino a Barcelona con una compañía de tango donde baila como figura principal. En Buenos Aires parece que es conocido, que le va bien; pero se acaba de divorciar y anda un poco jodido con el dinero. No lo he visto bailar (y si lo viera, tampoco sabría medirlo) pero el tipo, cuando habla, parece que tuviera el genio adentro: ese pegarse como un loco, forofo, apasionado, obseso, como si todo en el mundo estuviera por allí para que exista el tango. Fuera del tema es un buen tipo, tan simpático como puede ser un argentino (hay que meterse en su rollo, claro, los argentinos no se mueven al rollo ajeno), cómicamente arrogante, hablador, exagerado, un adolescente grande. Grande, de verdad, más de uno noventa, creo.
Cuando el genio comienza con el tema (el tango; el tango nuevo que es para maricas y boludos; el tango clásico que es el serio; las milongas de tango en Buenos Aires; las diferencias de las milongas de tango en Buenos Aires; sus viajes por el mundo con la compañía de tango; los grandes maestros del tango; su papá apoyándolo para que fuera bailarín, al ver su obsesión desde que era nene; sus inicios en el baile folclórico y su salto al tango; sus canciones preferidas de tango; Gardel y el tango; no sé quién y el tango; lo que le han dicho los grandes maestros del tango; lo que le dicen los que no son grandes maestros, pero saben de tango) la bailarina de tango desaparece con cara de sobredosis. Cuando acaba, ella regresa, enamorada, al estilo sudaca, con pasión, locura y estupideces, por ejemplo:
Hace un par de días, cuando entré al apartamento, después de regresar en tren de Sant Cugat, adonde había ido caminando, me pidió que me sentara.
Tango saltó a olerme la cara.
-- ¡Fuera Tango! -le gritó al perro.
Y Tango se fue con ella.
-- Ché, estoy embarazada.
-- ¿Qué?
-- Me hice la prueba y, boludo, estoy embarazada.
-- Bueno… felicitaciones, ¿no?, y… ¿ya lo sabe?
-- No… Se fue a Buenos Aires por tres semanas, tiene que arreglar los papeles para venir; pero ché, no sé si decirle, no quiero asustarlo, ¿y si se queda allá?
-- No creo coño.
-- No sé si abortar sin decirle nada, ¿vos qué creés?
-- Mejor le cuentas.
-- Ché, ¿por qué me pasa esto a mí? Lo peor es que la semana pasada me subieron la medicación por lo de los ataques de ansiedad, ahora tengo que volver a hacer cita con la doctora.
-- Bueno, no le des tantas vueltas, llámalo y cuéntale, seguro que se lo toma bien, es un buen tipo.
-- Ya sé que es un buen pibe, pero esto…
-- Anda, llámalo, no va a pasar nada, seguro.

*

Azar. Que sí, que lo quería tener. Le dijo el genio del tango a mi compañera de piso, después de que la hermana del genio le pidiera a la bailarina de tango que se lo llevara rápido, que no paraba de hablar de ella, allá en Argentina, locamente enamorado.
Entonces el genio del tango llegó, de urgencia, a Barcelona, sin haber podido arreglar los papeles para pedir la residencia en España.
En esa época, en la otra habitación, se quedaba otra pareja de bailarines que estaban de gira por Europa, pero hacían tango nuevo. La chica era amiga de mi compañera de piso, y su esposo, el genio del tango nuevo, era todo lo contrario al genio del tango: pequeño y más bien frágil, muy culto, educado, tranquilo, venía de haber trabajado como bailarín de danza contemporánea y, además del tango, tenía una compañía de teatro.
Pero nada, siguiendo con la historia, la bailarina andaba iluminada, y el genio también, comenzando su instalación en el piso de la bailarina de tango, comprando una Playstation a la que andaba pegado día y noche, adicto como un chaval. Mientras el genio iba pasando niveles matando monstruos en la pantalla, la bailarina de tango iba y venía, esperando los resultados de unos análisis que le harían saber, por el tema de las medicaciones contra la ansiedad, si podría o no podría tener el hijo.

*

Los firmes lectores: Disculpe joven, ¿podemos molestar otra vez?
El autor: Por supuesto, vosotros nunca sois una molestia, para nada.
Los firmes lectores: Es que hay algo que queremos saber.
El autor: Ayudaré en lo que pueda.
Los firmes lectores: Hemos visto que usted ha realizado progresos, hay que reconocerlo; ahora muestra algunos buenos sentimientos hacia sus personajes, aunque todavía no es suficiente, tiene usted que abrirse más, ser más expresivo; usted pareciera que quiere dar a entender que no tiene sentimientos, y eso no es bueno; pero no es de eso que queremos hablar, sino de sus historias.
El autor: ¿Qué pasa con ellas?
Los firmes lectores: ¿De dónde saca esas historias tan raras?
El autor: ¿Raras?
Los firmes lectores: Es que nos parece, cómo diríamos, que las historias no son de gente normal.
El autor: Bueno, las historias son reales, o casi, salen de lo que veo y de lo que me cuentan.
Los firmes lectores: Pero, perdone usted, ¿en su novela no hay nadie normal?
El autor: ¿Normal?
Los firmes lectores: Sí, gente correcta, que tenga un trabajo serio, que críe a sus hijos. Fíjese usted, por ejemplo, en lo que cuenta sobre esos bailarines de tango. El joven pareciera que no hiciera nada, y ella, la pobrecita, dice usted que se está medicando por algún problema nervioso.
El autor: Él es bailarín profesional y ella se medica, sí, porque ha tenido ataques de ansiedad, ¿qué tiene de raro?
Los firmes lectores: Pues que ser bailarín no es un trabajo. ¿Qué piensa hacer ese joven cuando ya no sea joven?
El autor: No sé, supongo que ese será el material para una buena historia dentro de unos años.
Los firmes lectores: Ya ve usted; ¿no le parece mejor hablar de gente que lleve una vida honesta?
El autor: Creo que me aburriría. Las cosas demasiado cotidianas no son llamativas. Aunque siempre hay excepciones, nadie se dedica a hacer una sesión de fotos a un lavabo a menos que esté en muy buen o en muy mal estado. Siempre ha sido así. El arte es un catálogo de excentricidades, rarezas, anormalidades, de…
Los firmes lectores: No nos está entendiendo usted, no. Lo que le pedimos es que escriba sobre cosas que dejen una buena impresión, una enseñanza, historias constructivas, que enseñen a la gente a vivir mejor.
El autor: ¡Joder, si justamente eso es lo que intento! Estoy convencido de que cuando uno llega a una desnudez absolu…
Los firmes lectores: Por favor, le agradeceríamos que no diga usted groserías, nosotros nunca hemos sido groseros con usted.
El autor: Es verdad, pido disculpas.
Los firmes lectores: Bueno, haga usted lo que quiera, al final, es su novela.
El autor: Eso también es verdad.
Los firmes lectores: Sólo que así, con estas historias raras, no va a convencer a nadie con sus escritos, se lo decimos por su bien.
El autor: Claro, ya lo sé.
Los firmes lectores: Escriba sobre cosas más sencillas y le irá mejor, estamos seguros.
El autor: Eso, seguramente saldrá un best seller.
Los firmes lectores: Puede ser, joven, puede ser.
El autor: Seguro.
Los firmes lectores: Pues sí, eso quisiéramos ver.

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