WORK IN PROGRESS

miércoles, 8 de abril de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

Caminé los diez minutos que me separaban del lugar de la Feria. Entré con un pase que me había dejado el contacto la noche anterior. Gente, por todos lados. El gran business del libro, con mesas para negociar y los stands de las editoriales exhibiendo en metros cuadrados su peso en el mercado. Algunas editoriales usaban tipas buenas con falda corta y mariachis para las presentaciones de las novedades. Compré un libro de José Roberto Duque; compré también una historia de México; busqué la editorial donde publicaron una antología que tenía un cuento mío, que nunca me llegó; el tipo que atendía no me quiso dar un ejemplar porque no estaba la señora no sé quién, su jefa, y yo me negué a soltar pasta para comprarme; conseguí, después de mucho insistir, que los de la organización de la feria me dejaran entrar a mi cuenta de correos para imprimir tres hojas con los textos que pensaba leer al día siguiente, porque mi maleta, con los papeles adentro, seguía por allí paseando, como me dijeron los del aeropuerto, por teléfono, en el hotel; me di cuenta, otra vez, de que los escritores son el eslabón menos importante en este negocio; di un par de vueltas y, cuando comencé a sentir gentefobia, me largué; tenía que hacer tiempo mientras llegaba la hora de reunirme con el contacto, que quería invitarme a almorzar y mostrarme no sé qué.
Salí a caminar por los alrededores. Entré a un centro comercial amplio, abierto, estilo ranchero, supongo, con aire de parque temático, como les gusta a los gringos y a los sudaquitas del patio trasero, “una raza unida, la que Bolívar soñó”; estaba casi vacío, las tiendas comenzaban a abrir. Compré un cepillo de dientes en un supermercado. Me senté a coger sol, hojear los libros que había comprado, y mirar a la gente que, aburrida, movía su cotidianidad.

*

Retrato:
--¿Qué pasó?, inútil.
--¿Qué cuentas?, peruanito de mierda.
--Muy bien, ¿y tú?
--Bien, trabajando duro por la grandeza de los Pueblos.
--Eso es nuevo.
--No, siempre he sido un carajo de lo más provechoso, lo que pasa es que nadie se ha dado cuenta.
--Claro, es eso, eres víctima de la sociedad.
--Exacto.
--Siempre son los demás, nunca eres tú.
--Por supuesto, así me ahorro el sentimiento de culpa, nunca lo tengo. Es lo bueno de no haber pasado por el Opus Dei.
--Yo sí pasé, y todavía mi psicoanalista trabaja en eso.
--Bueno, tu psicoanalista trabaja en lo que sea, lo importante es desplumarte, si no fuera el complejo de culpa se buscaría otra cosa.
--Tú siempre tan acertado.
--De alguna forma se tiene que redistribuir la pasta que te sacas haciendo chanchullos financieros en Sudacalandia, ¿no?
--Por supuesto.
--Es economía básica.
--O cinismo avanzado.
--Ah, ¿no es igual?

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