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viernes, 24 de abril de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

Se supone que entonces los policías llevaron a nuestro héroe al Hilton de Paseo de la Reforma, pero como sólo lo vi por fuera no puedo entrar con él.
Estoy viendo que este entrar y salir de mi novelita del robo con allanamiento rompe la ilusión de verdad que se supone debería de tener; es como si el director subiera al escenario a cada momento para dar indicaciones en plena representación, vaya mierda, ¿así quién puede seguir mi historieta atentamente? Vale, está aquello de Bertold Brecht y todo lo que quieras; te digo algo: eso no vende. Pero joder, ¿cómo hago?, no he visitado el Hilton ni en DF ni en casi ningún sitio, ¿qué quieres?; la última vez que estuve en un hotel cinco estrellas fue por un overbooking en Bombay, donde había retrasos por las inundaciones; y aunque casi todos los hoteles cinco estrellas son más o menos iguales tendría que hacer una pequeña descripción, por aquello del fashion que se supone deja al lector satisfecho; además, dime, ¿cómo voy a dormir en hoteles así si voy haciendo malabarismos con el dinero? Mañana, por ejemplo, le devuelvo a mi amor recurrente quinientas rupias que metió en mi cuenta, sin yo saber, cuando estuve en China; le pago porque cobré lo que me debía una agencia de publicidad por un trabajo para una franquicia inmobiliaria; una publicación de un cliente que estuvo tocando los huevos con el estilo, porque parece que le iba más el rollo revista dominical femenina que usó la periodista del número anterior. ¿Qué es lo que no les gusta, cómo lo quieren? No sé, no acaban de decirlo, estos tipos son grises por donde los mires, a mí me gusta mucho más lo que has hecho tú, pero ya sabes, son grises, no te preocupes, me dijo mi contacto en la agencia de publicidad. Vale, a mí me da igual, ellos piden, yo escribo, dime si te comentan algo. Y es que para ser redactor hay que decirle sí a todo, si te pones finolis te vas al carajo. En cambio, con la cabeza gacha se puede sobrevivir, más o menos.
Otra cosa, el tipo que me encargó el guión de la Tv movie anda desaparecido. No sé, quizá leyó el borde de un correo que le reenvié. Era un mail para mi amigo el publicista, donde le pedía consejos. En la parte final decía que las ideas del tipo que me encargó el guión parecían de escuelita primaria, pero que no importaba, porque me dejaba bastante libertad. Desmadrar a los clientes es un deporte del gremio de los redactores, creo que el único. Como somos lacayos con el ego inflado es una forma de descargar la frustración de sentir al cliente arriba, supongo. Eso sirve, también, para que los clientes circulen de un sitio a otro cuando se enteran de lo que dicen a sus espaldas sus agentes de publicidad. Se enteran por errores en los correos, como el mío, por teléfonos mal colgados, o por redactores cabreados o despedidos, que les van con los cuentos a los clientes. No importa cómo se enteren, lo bueno es que siempre se ponen de muy mala leche, como si te cagaras en sus madres, en serio. Ellos tienen fábricas e inmobiliarias y compañías de transporte y cadenas de comida rápida y yo qué sé, nadie los obliga a tener bonitas ideas. Que crezcan, que se enriquezcan, que ahorquen a sus competidores, eso es lo que el mundo espera de ellos, no que diseñen campañas de publicidad. Pero no, los tipos son duros, y como ellos tienen dinero y nosotros, los creativos y redactores, estamos jodidos, entonces piensan, más bien saben, que son mucho más listos que nosotros, y quieren imponer sus ideas sobre la publicidad, que son una mierda. Normalmente hay esta guerra silenciosa entre clientes y publicistas; el redactor intentando hacer notar al cliente que es un paleto de los cojones, y el cliente que se ocupa de hacer ver al redactor que es un gilipollas fracasado, rechazando su trabajo así porque sí, sólo porque le da la gana. Como relación, es tan sana como un amor entre un viejo millonario y un niñato promiscuo, algo parecido.

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