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viernes, 17 de abril de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

De una habitación a otra. Este subtítulo lo escogí para saber qué coño tenía en la cabeza la futura ganadora del Premio Planeta cuando se escapó (nunca me lo explicó); porque de mi parte, en ese momento, mientras ella soltaba y recogía su ropa en el pasillo de su habitación, yo debía de estar haciéndome una paja, seguro, no hay mucho más que agregar.
Al día siguiente hubo un cóctel en el Hilton con la excusa de la entrega de un premio literario, que no fue, porque lo declararon desierto. La futura Premio Planeta llegó acompañada por un escritor profesional, un tipo aparentemente importante, que cuando me dio la mano, en vez de preguntarme el nombre, quiso saber con qué editorial publico. Yo me quedé con la boca abierta, sin saber qué responder, y es que soy naif, ya lo sé, y estas cosas no me las espero; y aunque he visto comemierdas de muchos tipos, nunca imaginé los comemierdas del sello editorial.
Después de la payasada del Hilton me fui con unos mexicanos amistosos a un lugar finolis en el culo del mundo.
Cuando regresé a mi habitación, a las cuatro y media de la madrugada, encontré en el suelo, metido por debajo de la puerta, un papelito de la futura Premio Planeta diciendo que había pasado a saludarme a las dos y media. Y yo perdiendo el tiempo con los mexicanos.
Pues nada, dos pajas más.

*

Y aquí se acaba mi affaire literario, supongo. Mejor así, porque ahora me puedo dedicar a la novelita del robo con allanamiento, que para vosotros será, seguramente, mucho más interesante que mis coitos interrumpidos, pero antes quisiera saber si estáis a gusto con nuestro librito.
El autor: ¿Estáis?... Perdón, ¿no hay nadie, entre todos vosotros, que quiera hablar? ¿Por favor?
Los pacientes lectores: Bueno, es que quizá no sea cosa nuestra, entrar así en vuestros asuntos.
El autor: Por favor, quisiera que lo sea.
Los pacientes lectores: ¿Qué es lo que usted, amable joven, quiere saber?
El autor: Quiero conocer vuestros sentimientos en relación con nuestro librito.
Los pacientes lectores: ¿Está seguro?
El autor: Sí, lo estoy.
Los pacientes lectores: ¿Aunque esos sentimientos no sean de su agrado?
El autor: Sí, aunque no me agraden.
Los pacientes lectores: Bueno, hablaremos por su bien, para que mejore usted, si es que quiere continuar con este oficio tan duro de la escritura.
El autor: Por favor, no os calléis nada, os lo agradezco muy sinceramente.
Los pacientes lectores: Antes que nada, quisiéramos preguntarle, ¿por qué escribe usted de manera tan confusa?
El autor: ¿Confusa?, intento escribir con claridad cada una de mis frases.
Los pacientes lectores: Sí, eso es cierto, a veces, incluso, con tanta claridad que pierde todo estilo, pero… vuestro libro, perdone que se lo señalemos, es bastante confuso, no es fácil de leer.
El autor: ¿Eso pensáis?
Los pacientes lectores: Sí, creo que todos pensamos igual en ese punto. Se hace usted, a veces, un poco… cómo decirlo, ¿agotador?
El autor: ¡Ah, tengo que pedir disculpas, nada más lejos de mi intención! ¡Yo sólo he intentado escribir un librito divertido!
Los pacientes lectores: Pues, no se moleste con nosotros, pero puede que no lo haya conseguido.
El autor: Debo pedir, otra vez, perdón… sólo intentaba variar la lectura, para darle más vida.
Los pacientes lectores: Lo que ha conseguido, disculpe usted, es crear confusión. Por ejemplo, ¿qué ha pasado con aquella señorita que, tan amablemente, intentaba aconsejarle a usted bien sobre la forma de vivir y el trabajo?
El autor: ¿La enfermera?
Los pacientes lectores: Sí.
El autor: precisamente pensaba hablar de ella ahora.
Los pacientes lectores: Pero tiene usted ya tantas páginas sin decir nada sobre esta persona que apenas la recordamos. ¿Entiende usted ahora lo que intentamos decirle?
El autor: Creo que sí.
Los pacientes lectores: No queremos ser duros pero, si quiere usted cosechar algún éxito con las letras, tendrá que aprender a trabajar. No es que ahora lo haga del todo mal, no, hay que reconocer que tiene usted cierta gracia cuando escribe, pero leerle así es, en realidad, bastante farragoso.
El autor: Mis más sinceras excusas, intentaré cambiar.
Los pacientes lectores: Eso quisiéramos ver, por favor.

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