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viernes, 10 de abril de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

De la feria al gran baile. En el medio hubo una cena, y el gran baile, lo único que tuvo de grande fue los metros cuadrados, pero de eso hablo después.
La cena era parte de la invitación de la Feria del Libro de Guadalajara. En tres mesas los novísimos escritores, el crítico reconocido, y sus anexos.
En el carro, de venida, a falta de sitio, la futura Premio Planeta se sentó sobre mí, y yo pensando "la buena suerte", viendo que comenzaba el juego con la mujer más guapa de los alrededores.
Dentro del coche el alboroto, algunos novísimos haciendo gracias, contando aventuras, y una vecina hablándome de un proyecto de intercambio entre países latinoamericanos, un escritor recibe a otro un par de meses y ese otro, después, recibe a quien lo recibió, para escribir un texto doble sobre la experiencia.
--Suena bien.
--Sí, ya tengo el presupuesto casi aprobado, ¿quieres participar?
--Joder, claro, pero estoy viviendo en España, ¿no hay problema?
--¿En España?, ¿no eres venezolano?
--Sí, pero estoy viviendo en Barcelona desde hace siete años.
--Tengo que ver, hasta ahora sólo tengo contacto con gente de Latinoamérica, tengo que ver.
Mientras tanto, entre curvas, frenazos y sacudones, iba acariciando lento, con un pulgar, un trocito de muslo de la futura Premio Planeta, que hacía como que no se daba cuenta, igual que yo.

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Publicidad gráfica: panes pequeños con formas fálicas, cuerpos de mujeres con tetas gigantes, parejas copulando en distintas posturas, todo un catálogo de obscenidades hechas de pan, una junto a otra, sobre una tela teñida de púrpura. Abajo, en letras clásicas: "La vida cotidiana en el Imperio Romano. Exposición", lugar y fechas.

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Publicidad gráfica: un viejo hippie avanza en parapente, ala delta, ultraligero, o cualquier cacharro de estos que vuelan sin gasolina. El viejo va directamente contra las aspas de uno de esos molinos de viento blancos, largos, delgados y enormes que se usan para generar electricidad. El viejo empuña en una mano, no una lanza, sino un ejemplar de El informe Lugano. En una tipografía que transmita poder: "El mundo no se mueve con ilusiones", logo de una empresa petrolera.

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El gran baile. Aquello me recordaba a un gallinero industrial, de esos de donde salen los huevos que se usan en la comida. El gran baile tenía diseño de fiesta de pueblo, pero pagando por beber y por entrar, y sin valses ni quinceañera, disfrazadita y nerviosa, tratando de no perder el compás. Un galpón oscuro, el grupo de música al fondo, la pista de baile rectangular en el centro, las mesas en doble fila alrededor de la pista. Eso es casi todo lo que recuerdo del gran baile, y también a un novísimo diciendo que ese sitio era el preferido de García Márquez (y a mi qué). Y también los tragos diluidos (por suerte, porque con lo que tomé habría acabado en el suelo). Y también la futura Premio Planeta poniéndome suficiente atención para que supiera que seguía en el juego, aunque se iba por allí a hacer relaciones públicas y a bailar cumbia con alguien que sí lo hiciera bien (era un gusto verla bailar, la verdad). Y recuerdo también mi sonrisa boba, la light, la que uso cuando quiero que me lleven al huerto. Mientras esperaba que se acabara el puto baile para saber si realmente íbamos a follar.

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La felicidad no se ve, pero se siente.
Tienda de ropa interior para damas.

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La iluminación que da la paz interior llega con una fórmula numérica.
Finanzas, inversiones, planes de retiro y de vejez.

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Para aprender bien un idioma hay que trabajar duro.
Programa de intercambios y prácticas laborales en el extranjero.

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Sólo nos detendremos cuando comencemos a encontrar caras de simios.
Servicio de heráldica, preparación de árboles genealógicos.

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