WORK IN PROGRESS

miércoles, 4 de marzo de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Piensas que si fuera rico tiraría mi fortuna alquilando un piso en París, junto a los Jardines de Luxemburgo, y otro en Nueva York, frente al Central Park; supones que compraría una galería de arte, aunque sólo dé pérdidas, y que haría de mecenas de más de un músico con genio; que construiría viviendas vistosas en Orchha, en Basha, en Ouidá, aunque no las ocupe y se las coma la selva, la nieve o el mar; que compraría un palacio renacentista en Ravello, aunque se esté cayendo; que celebraría fiestas exquisitas casi cada noche, allí donde me de la gana de estar. No, si fuera rico no haría nada de esto. Simplemente lo escondería todo, cuidadosamente, para que no me vengas a mendigar.

*

El autobús nos dejó en un sitio apartado, lejos del centro y del lago, comenzando a anochecer. En el autobús yo había empeorado, sudaba, temblaba, me mareaba. Le dije a mi ex que cuidara las mochilas y me fui a buscar un taxi. Hice lo de siempre: pregunté cuánto, escuché, puse cara de ofensa, dije que cómo podía pedirme ese precio si más atrás alguien me había ofrecido el mismo viaje por menos de la mitad, por la sorpresa del taxista medí cuánto era el mínimo que podía pagar, me alejé, le dije a otro taxista que no pagaría más de tanto (entre un tercio y la mitad de lo que me dijo el primer taxista), solté que no pensaba negociar, que ése era mi precio final, me dijo que no, pasé al siguiente, que tampoco, y así hasta que encontré al bien dispuesto, pero no me había dado cuenta de que el primer taxista se había venido detrás de mí, y comenzó a pelearse con el que había aceptado. Yo, mareado y tembloroso, acabé aceptando que el primer taxista nos llevara por la mitad de su precio original. Regresamos a buscar a mi ex. En el camino, el taxista sacó su rickshaw, no sé cómo, de entre un muñón estacionado. Cuando encontré a mi ex estaba rodeada de intocables gitanitas que habían comenzado a arañarla porque no les daba dinero. Se alejaron corriendo con los gritos del taxista. Subimos las mochilas, nos embutimos entre ellas. Me recosté temblando, sudando. Mi ex me preguntó cómo estaba. Bien. Sin poder comer porque, no sé cómo, todo lo que entraba por mi boca me salía licuado en diez segundos; una máquina de diarrea, perfecta, eso era yo. Disentería, según la guía. Si en tres o cuatro días no se pasaba, había que preocuparse. Llevaba dos así. Me quedaban uno o dos, suficiente tiempo. Bien, estaba cojonudamente bien.

*

Eros se deja dar por el culo y tu primo, quizá, sea gay. ¿Te importa, de verdad, lo que hace cada quien con sus agujeros? Un amigo de mi ex me encargó escribir un guión pendejo, me envió sus ideas infantiles, me ofreció mil quinientos. ¿Saber cuánto saco, por mes, multiplica tus ingresos? Mi ex me dio mil quinientos, también, por mi parte del mobiliario del piso, según sus cuentas. ¿Eso mejora tu sueño, te hace roncar más sonoro? Si sigo así, arañando de aquí y de allá, quizá me pueda ir a París antes de que acabe el año ¿Y entonces, según tú, se revalorizarán tus inmuebles? Si te pidiera prestado seguro me darías para sentirte importante, exitoso, cojonudo, pero no te pienso pedir. Litiga con tus inquilinos, cuida a tu mujer cuando se emborrache, acosa a tus deudores, huye de tus acreedores, trata de que no te mate un malandro, ocúpate, mejor, de tus problemas. Yo te ayudaría, en serio, si pudiera, pero es que, en realidad, no me interesas.

No hay comentarios: