WORK IN PROGRESS

miércoles, 11 de marzo de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Listo, ya acabé, puedo volver a nuestro héroe, que había quedado sentado en el cibercafé presa del terror pánico después de leer la noticia del asesinato de sus empleados, disfrazado de riña de cuchillos entre ellos dos. Pero como desde internet lo estuvieron machacando a propagandas, al tipo sólo se le ocurría huir en formato publicitario.

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Publicidad para televisión: con música animada (quizá algo retro, un éxito pop de los años sesenta, algo que refiera a los movimientos libertarios hippies en formato light) un hombre, con movimientos exagerados, se levanta de su silla frente al ordenador y se acerca a la barra de un cibercafé; coge una jaula, le abre la puerta, la sacude, hasta que el lorito se va volando frente a la mirada incrédula del propietario del lugar. El hombre sale saltando (¿bailando?), la cámara lo sigue calle abajo, hasta que se agacha junto a un caniche que orina el tronco de un árbol, desata la correa que enlaza el caniche a una viejecita y el caniche escapa corriendo asustado. El hombre continúa, acelerado, y vemos que, en la misma acera, mete las manos en un cochecito, saca a un bebé, y lo pone sobre el suelo, cuidadosamente, mientras la madre lo mira aterrada. El hombre entra a una bodega, sale protegiendo algo entre las manos, no sabemos qué es. La cámara lo sigue por detrás, cruza calles, avenidas, entre coches que frenan para no atropellarlo. La carrera enloquecida del hombre sigue hasta que, finalmente, llega al mar (a la Barceloneta, por decir algo, aunque puede ser cualquier sitio con agua, en realidad). El hombre se inclina y la cámara, por fin, enfoca sus manos: está abriendo una lata de sardinas, que lanza, con movimientos toscos, al agua. Voz en off: "Para quienes aman la frescura de los alimentos criados al natural, sardinas (nombre)". Logo sobre fondo azul.

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Publicidad para televisión: la estación de trenes (supongamos, porque viene a cuento, que se trata de Sants, en Barcelona). La cámara se aleja, la estación va quedando al fondo, y en primer plano, una plaza. Gente caminando apurada, como es normal alrededor de una terminal de transporte. Vemos a un hombre que intenta avanzar, trabajosamente, pero en vez de ir hacia adelante va hacia atrás. La gente pasa alrededor de él, como si nada. El protagonista agarra del brazo a una mujer joven, pero el brazo de la mujer se queda en su mano. La mujer, ahora manca, se gira molesta; el protagonista, nervioso, saca su billetera y paga lo que suponemos es el precio del brazo de la mujer. La mujer continúa su camino intentando abrir su cartera con una sola mano. El protagonista, agotado, cae al suelo, avanza a gatas, entre las piernas de una muchedumbre, y en algún momento vemos que se ha convertido en un bebé lloroso, desolado. Poco después es una liebre que a saltos busca llegar a una estación de trenes lejana, tras la plaza abierta, cubierta ahora por una tenebrosa oscuridad. Sorpresivamente, con estrépito, un búho se lanza sobre la liebre que, milagrosamente, escapa. Dentro de una estación de trenes desierta, la liebre, nerviosa, levanta la mirada. La cámara enfoca un panel de horarios escritos con signos irreconocibles, números invertidos, caracteres volteados, cirílico, reunión azarosa de letras. Pantalla en negro, voz en off: "Deja los detalles molestos en nuestras manos". Logo de la agencia de viajes, con un número de teléfono y una dirección web.

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