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viernes, 6 de marzo de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Para la novelita del robo con allanamiento había pensado volver al tono de misterio y así recuperar al lector y los millones. Por ejemplo, suponer que cuando nuestro héroe abre su correo electrónico se encuentra con una noticia donde aparecen muertos sus dos empleados. Y así le entra el pánico y decide largarse de España, lo que abre el capítulo siguiente. Pero tengo un descuadre con las páginas y con las historias, todavía no he llegado adonde debo en lo que tiene que ver con mi amor recurrente ni con el viaje a la India, así que no me queda más que alargar la novelita del robo con allanamiento, metiendo a nuestro héroe en un cibercafé, por ejemplo, y haciendo que vea páginas web mientras las otras historias se cierran.

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De entre los iconos manoseados por la televisión que he visitado (Torre Eiffel, Estatua de la Libertad, Coliseo, Muralla China, Pirámides de Egipto, Big Beng, Torre de Pisa, Partenón, San Basilio, Teotihuacan, etc.) me quedo con el Taj Majal, seguro. Y, vaya mierda, no soy el único: éramos los primeros, pero en media hora el Paraíso se llenó de turistas. Indios, casi todos. Discretos, como son ellos, pero multitudinarios. Entramos al mausoleo y la turba nos sacó rápido. Paseamos por los jardines, le dimos vueltas al edificio; nos sentamos por detrás, mirando a la ciudad, al río, a una familia india. Cuando nos estábamos levantando una pareja de chavales me preguntó si podían hacerse una foto con mi ex. Les dije que le preguntaran a ella. Le preguntaron. Ella aceptó, fastidiada, porque esto era a cada rato (los indios no soportan ver a una occidental guapa, comienzan a darle vueltas como a una perra en celo). Cuando la pareja de chavales se despedía se acercaron otros cuatro. Me preguntaron. Les dije que sí, pero pagando cinco rupias por cabeza. Se rieron y me preguntaron si hablaba en serio. Les dije que sí. En vez de largarse se metieron las manos en los bolsillos y sacaron la pasta. Mi ex me preguntó qué hacía, le expliqué. Se preparó para la foto, ahora sí, alegre sonrisa. Otros indios, al ver que podían sacarse fotos pasándole el bracito, se acercaron. Creo que sacamos, en media hora, lo que habíamos pagado por las entradas. Unas treinta fotos, más o menos.

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