WORK IN PROGRESS

viernes, 20 de marzo de 2009

la fama, o es venerea, o no es fama (continuacion)

La mayoría de las veces nuestros chats se volvían cibersexo. Por ejemplo, ella me escribía que quería hacer el amor muy lentamente, tenerme adentro durante una hora; yo le respondía que entonces necesitaré Viagra, para aguantar. ¡No!, ¡Viagra no!, quiero el libro del Kamasutra que tu mujer te ha regalado. Cruel y territorial sonó eso. Yo no podía robarme así porque sí ese libro que mi ex compró para no usarlo. Pero la aristócrata egipcia quería que mi ex supiera que tomó una mala decisión, que viera lo que había perdido, que ahora vas a hacer el amor con otra que te quiere, que piensa que eres el mejor amante del mundo, con alguien que sueña con tocarte, etc. No puedo parar de desearte, me soltó, todo el tiempo, no puedo trabajar, ni dormir, pienso en ti todo el rato, acabarán echándome del trabajo. Le dije que a mí me pasaba igual, pero que teníamos que cuidarnos para las dos semanas de junio que habíamos previsto encontrarnos en París. Me dijo que se moriría de felicidad al verme. Desvarió sobre todas las formas de sexo que deseaba, lento, rápido, suave, fuerte… le pregunté si quería hacerlo una noche en un lugar público, me dijo que sí, pero que le daba miedo que la deportaran. Le pregunté si quería hacerme sexo oral en un sitio oscuro, en un cine, por ejemplo. Que haría todo lo que yo quisiera, me respondió, todo lo que he hecho en mi vida, y también todas mis fantasías, todo. Necesitaremos aceite, miel, y cuerdas, le comenté. Pidió espejos, un lugar con muchos espejos, y recordé que en Barcelona usamos uno que estaba a los pies de la cama, en la habitación de su hotel. Su mirada curiosa cuando follábamos de perrito. Le dije que me encantaría hacerle sexo anal, suavemente, para intentar provocarle un orgasmo como los que ya le había dado con los dedos. También le pregunté si me dejaría correrme en su boca. Ella me pidió que me dejara amarrar y vendar los ojos, para violarme. Le comenté que tenía la polla hinchada y me dijo que quería verla. Bajé la cámara. Me preguntó si podía masturbarme o si me dolía mucho con la circuncisión. No me duele, pero no sé qué hacer con él, no sé cómo tocarme, está lleno de hilos por todas partes, antes se parecía a Quasimodo, ahora se parece a la criatura del doctor Frankestein. Respondió que esto era una tortura, que necesitaba mis dedos y mis labios sobre su piel, le pregunté si quería tocarse, me dijo que sí, y le ofrecí ayuda.

*

Se abrió la puerta del tren y estuve a punto de saltar. El novio me dijo que aquí no, que esperara, que él me avisaría. Miré el boleto y el reloj. La hora coincidía. ¿Cuánto falta? Todavía no, faltan dos estaciones. Volví a sentarme.
Seguí con los ruidos y las ráfagas de alucinaciones paranoicas.
Cuando vi que preparaban sus maletas entendía que íbamos a llegar. Estaba tratando de funcionar sin pensar, sólo lo inmediato, como supongo que funcionan los animales; desechaba todo lo que tuviera más de dos segundos de edad, era la única forma de mantenerme más o menos sereno, de no salir corriendo con un ataque de pánico. El novio me dijo "es aquí".
Me levanté, esperé que el tren se detuviera, que se abriera la puerta, y bajé. Comenzaba a anochecer.

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