WORK IN PROGRESS

domingo, 8 de marzo de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

En la noche me encontré con mi amor recurrente. Habíamos estado chateando en la tarde y al rato me llegó un mensaje al móvil preguntándome si quería que nos viéramos. Quedamos frente a la Pedrera y de allí subimos a Gracia. Nos sentamos en una terraza, hablamos un rato, ella se mareó con un cubata, y acabamos viniendo a mi habitación.
--¿Estás cómodo en este apartamento?
--Sí, aunque los primeros días un poco raro, claro, es la primera vez que vivo con gente que no conozco de nada; cuando estoy despierto me siento bien, pero luego me cuesta dormir.
--¿Por qué? ¿Es muy ruidoso?
--El edificio es tranquilo, ellos son ruidosos, se acuestan tarde, y yo cada vez más temprano, pero ya me estoy acostumbrando, comienzo a dormir corrido.
Nos abrazamos, nos besamos, follamos un par de veces, suave. Después de correrse se puso a llorar, dijo que no podía verme, que no podíamos hablar sólo como amigos, que así no podía estar bien con su marido, que era incapaz de llevar las dos relaciones, etc. Mientras tanto, yo pensaba en las fotos de China, las que perdí, timado por unas tarjetas de memoria piratas. Tres gigas de fotografías. A partir de Chengdú, casi la mitad del viaje desaparecido. Cuando acabé de lamentarme mi amor recurrente me estaba diciendo que teníamos que dejarlo, que ella se había decidido, desde hacía tiempo, por su familia. Yo pensaba en las fotos, mientras le decía "como tú digas, yo hago lo que tú digas".

*

¿Me preguntas por qué son ácidos casi todos mis escritos? Es que de niño me hicieron beber glucosa líquida en una consulta médica. Desde entonces lo muy dulce me repugna, me afloja las tripas. Para escribir dulce tendría que hacerlo sentado en el baño, y esto, dicen, alimenta las hemorroides. Ya me operaron una vez y tengo que decir algo: duele, no sabes cuánto, duele; la primera noche, cuando aprietas, por instinto, es como si te metieran por detrás un tubo de hierro caliente. No quiero vivirlo otra vez. Y por eso, aunque no miro mucho lo que como, sí me cuido bien en lo que escribo. De pastelitos y dulzuras, mejor, casi nada.

*

Querías una excusa y la has encontrado. Te leíste en mi novela y ya no me quieres ver más, desapareces. ¿No hubiera sido mejor, entonces, no darte a leer nada? No, porque haciendo mal, cosas buenas salen de mis libros: lejos de mí, te recupera tu familia.

1 comentario:

paula dijo...

Aunque prepotente,el autor, y pelín a lo H.Bogart,que bonito el último fragmento...aunque,francamente,no entiendo para quien es la excusa...tal vez sea unisex y de talla universal,como el miedo al compromiso.