WORK IN PROGRESS

viernes, 6 de marzo de 2009

la fama, o es venérea, o no es fama (continuación)

Paro, esto se desmadra, toca poner orden. Si sigo así perderé al lector, perdido y, ¡susto!, detrás, las recomendaciones, las ventas y los amigos. Un poco de silencio vendría bien, pero el silencio no cabe en los libros. O cabe, pero no se oye. Se podría incrustar con una imagen, como en el teatro Nô, o citando la historieta del maestro que resbala y consigue salvarse del abismo mordiendo una rama, mientras el discípulo, gilipollas, desde arriba le pide que le explique no sé qué de la iluminación Zen. Algo así. Y entonces, después del silencio y la iluminación, la novelita del robo con allanamiento. Pero cuando comienzo con la novelita una llamada de mi amor recurrente que, después de un par de semanas en silencio, ahora me pide quedar.

*

Caminando por la exposición de un pintor bien pensante modernista catalán mi amor recurrente me contó un sueño: que estaba en una casa vieja, de techos altos y espacios amplios, vestida de enfermera. En un pasillo largo abrió una de muchas puertas. Dentro de la habitación más de una docena de hombres desnudos, quietos, con los ojos cerrados, no sabía si dormidos o muertos; hombres de distintas edades, de distintas etnias, me repitió que había hombres negros. Salió de esa habitación y continuó caminando por el pasillo. Abrió otra puerta y encontró, otra vez, a un grupo de hombres desnudos, quizá dormidos, quizá muertos, tenían la expresión calmada, aunque ella, en cambio, sentía mucha angustia. Otra puerta e igual. Así, muchas veces, hasta que su angustia se volvió pánico.
Por fin encontró la puerta que daba al exterior, a una carretera solitaria. Alrededor sólo había casas vacías o abandonadas. Entonces se despertó.
¿Qué crees tú que signifique ese sueño? No sé, ibas de enfermera, ¿no? Sí, era enfermera, creo. Tenías que cuidar a los tipos, supongo, y si estaban desnudos es porque los sentías vulnerables, pero no te querías acercar porque no sabías si estaban dormidos o muertos, ¿no? Sí, me daba miedo que estuvieran muertos. ¿Ayer te pasó algo raro, algo anormal? Nada, sólo saber que necesitaba verte, ¿tendrá que ver con eso? No sé, quizá yo sea el equivalente a los tipos en bolas de tus sueños; quizá tienes el instinto protector alborotado, viéndome vulnerable con la separación, y quizá no sabes lo que yo estoy sintiendo, si estoy vivo o muerto por dentro, y no lo quieres averiguar, quizá te angustia pensar en mí y estás buscando la puerta por donde huir, no sé… Hombre, cómo inventas, qué imaginación. Bueno, fuiste tú la que me preguntó, yo, de todos modos, no me creo nada de lo que digo, una mierda, no me creo nada nunca.

*

Me dices que no entiendes mis libritos, que te pierdes, que no distingues lo que es chiste y lo que es serio, que nunca se sabe. Pero no, es al revés, conmigo siempre se sabe. Sólo hay una fórmula, sencilla, que repito monotemáticamente: cuando escribo, nunca digo lo que digo; y no le des más vueltas, no digo nada más.

*

Escena: lo primero, las dos al suelo. Una sobre la otra. Los pies de la de abajo son las manos de la de arriba, que apoya o esconde la cara en las plantas mugrientas de la compañera. Alrededor, Picasso, época Guernica, figuras torcidas, simples líneas. El juego de taparse la cara con los pies sucios de la compañera sigue, hasta que las dos se levantan y comienzan a entrecruzarse: brazos, piernas, corbatas, nudos, en una especie de lucha grotesca que recoge bien las formas de los cuadros. Picasso, virulento, las ha contagiado. Ellas buscan, y él, póstumo, todavía encuentra.

2 comentarios:

paula dijo...

Ja,ja con todo lo que el autor calla,esos matices de lo no dicho,se podría montar una biblioteca...de ex-cepción,donde cazar silencios al vuelo,encima ilustrada.Menos mal que el ladronzuelo, ha dejado el picasso de carne y hueso.
Gracias por la formula...pero ¿quien lo dice?...no me extrañan las pesadillas je,je.

Anónimo dijo...

Nunca dices lo que dices? Y entonces, ... ¿cómo se te puede comprender?